La hoguera de las vanidades

La hoguera de las vanidades

sábado, 7 de abril de 2012

Los muertos no se tocan, nene


Lamento tener que volver a escribir sobre Mingote. Encantado dedicaría otro post a glosar sus innumerables virtudes, o a recopilar sus mejores viñetas. La actualidad periodística me lleva a tirar por otros derroteros, menos agradables. Recapitulemos los hechos.

El pasado Jueves Santo, La Razón dió honores de portada a una singular información. No llevaba la firma de un redactor, sino de uno de los colaboradores estrella de sus páginas de opinión, Alfonso Ussía. La noticia en sí, tampoco era mucha. Resulta que, allá por 2009, Mingote mantuvo un tira y afloja con ABC para mejorar sus condiciones contractuales. La Razón venía de anotarse un tanto en su guerra con el diario monárquico al contratar al propio Ussía. A través del columnista, pretendió hacerse con los servicios del dibujante. En algún momento de la historia, el viñetista envío una dura misiva al entonces consejero delegado de Vocento, José Manuel Vargas. Como si de un texto que fuera a cambiar el rumbo de Occidente se tratara, Ussía aportaba una copia de dicha carta, escrita sobre papel timbrado de la Real Academia Española de la Lengua (RAE) con la inconfundible letra del maestro.

Tan peregrino "scoop" ha supuesto, en opinión de quien esto escribe, el más bochornoso patinazo del periódico en sus trece años largos de historia. En la encrucijada, ABC ha optado por devolver el golpe, con una demoledora entrevista a Isabel Vigiola, viuda de Mingote. Ussía ha pedido perdón, y se ha flagelado por inoportuno, que no por mentiroso. Al tiempo, añade malévolo que en la entrevista a Isabel se han omitido algunas respuestas. Da igual, Alfonso. Basta que lo que aparece reflejado sea fiel a la realidad para que todos los implicados en este error mayúsculo bajen la cabeza una temporadita.

La realidad es muy tozuda. La carta data de 2009, y Mingote ha fallecido consumido el primer tercio de 2012. En todo este período, no ha faltado a la cita diaria con ABC. ¿Que un día tuvo sus más y sus menos con los gestores del periódico? Bueno, ¿y? ¿Por qué quiere sacar pecho La Razón? ¿Porque una vez estuvo relativamente cerca de hacerse con sus servicios? Pues vaya cosa. Inoportuno, dice Ussía. Sí. Pero no sólo eso. También zafio y grosero. Pasear la cartita con el protagonista recién fallecido se pasa de obsceno. Roza la pornografía.

No cuesta encontrar culpable en todo este batiburrillo. Es La Razón. Ussía puede tener un día tonto o, incluso, ser así todo el tiempo. Allá él. Lo escandaloso de este asunto es que haya gozado de la cobertura -y, ¡qué cobertura!- de un periódico que se dice serio. No sé qué le pasa por la cabeza a Francisco Marhuenda. El tipo cabal que asoma por las tertulias no puede ser el mismo que consiente esas portadas. Pero el intento de anotarse un tanto con un difunto por medio es demasiado. La gota que colma el vaso. El diario que dirige ha quedado a la altura del betún y se marca, de una tacada, varios goles en propia meta frente a su eterno rival.
Desengañemonos. El panorama mediático es desolador. Tanto, que no sería raro que en los próximos años Planeta y Vocento alcanzaran algún tipo de acuerdo que uniera La Razón y ABC. Si eso es así, tendrá gracia recordar la historia de marras. O a lo mejor no. A lo mejor gracia, lo que se dice gracia, esto no tiene nunca.

miércoles, 4 de abril de 2012

El referente


Siempre es díficil destacar a alguien sobre el resto. Ponerle de "número uno". Por eso, recurrimos a expresiones como "uno de los..." o "posiblemente el...". Para señalar al más genial referente de la prensa diaria española no había ese problema. Era Antonio Mingote. Precisamente, la condición de "diario" era lo que hacía especial su trabajo. Todos los días, una viñeta. Y en todas ellas, siempre un rasgo de genialidad. Durante más de medio siglo, los lectores de prensa se han despertado con la certeza de que encontrarían un dibujo de Mingote. El genio llenó nuestras vidas de niños despiertos, ancianos sabios, adultos atontados, maridos empequeñecidos frente a sus esposas y estupendas señoras en bikini capaces de resumir, de un plumazo, algún complejo aspecto de la actualidad. Las vamos a echar mucho de menos. Uno puede acostumbrarse a una porción diaria de genialidad. Lo malo es cuando te la quitan.
Antonio Mingote combinaba a las mil maravillas fondo y forma. ¡Qué certeros eran los diálogos de sus personajes! ¡Qué inteligentes reflexiones estaban detrás de sus viñetas! Pero ellos se envolvían en unos dibujos aparentemente sencillos, que estaban llenos de una expresividad. Por eso era un cartelista e ilustrador muy reputado.
Se solía decir que ABC eran él y la grapa. "Gracias de parte de la grapa", creo que contestó una vez. El periódico centenario pierde mucho con la muerte de Mingote. Se rompe el único y más sólido vínculo que lo unía al carácter de cabecera de referencia. El diario no atraviesa su mejor momento. Con demasiada oferta similar en el kiosco -La Razón, de un lado, La Gaceta, del otro- ha optado por una fórmula de portadas escandalosas con las que, suponemos, pretende volver a los tiempos de Anson. Lo malo es que la gracia del académico con los textos brilla por su ausencia. Si no fuera por las columnas de Ignacio Camacho, el talento desbordante de Rosa Belmonte o las críticas de cine de Oti R. Marchante, el periódico estaría instalado en la inanidad. Pero no hablemos de eso ahora. A fin de cuentas, en este momento no importa mucho lo que pase con ABC en el futuro. Para muchos, siempre será el periódico que durante más de medio siglo nos sirvió a diario una viñeta de Antonio Mingote. Y eso ya es suficiente para estarle eternamente agradecido.