La hoguera de las vanidades

La hoguera de las vanidades

miércoles, 26 de febrero de 2014

Lo de Évole



No pude ver Operación Palace el domingo. Es una lástima. Los ecos de su impacto me llegaron a posteriori, y a través de las redes sociales. Jordi Évole había despertado emociones encontradas con un falso documental que presentaba el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 como una pantomima orquestada por el Rey y los principales partidos políticos y dirigida por José Luis Garci.

Muy intrigado, me dispuse a verlo a lo largo del día siguiente. No soy demasiado "evolista", pero tengo que reconocer que lo pasé en grande.  El planteamiento era disparatado y muy divertido. La participación de respetadas figuras de nuestra sociedad -Iñaki Gabilondo, Luis María Anson, Joaquín Leguina, Alejandro Rojas-Marcos, Fernando Ónega, con alguna pincelada "friki" en forma de Jorge Verstrynge o Mayor Zaragoza- daba mucho empaque al empeño, que desde luego en lo formal era de todo menos burdo. Lo de Garci es harina de otro costal. No debió dejar la interpretación en Viva la clase media (José María González-Sinde, 1980). ¡Es un intérprete nato! La naturalidad con la que cuenta anécdotas inventadas podría ser analizada en el Actor's Studio. En resumen, en la modesta opinión de quién esto firma Operación Palace es un producto de entretenimiento televisivo de primera magnitud.

Pero el revuelo ha sido de aúpa. El tema ha excitado a nuestros más sesudos columnistas. Los medios han editorializado. El debate está en la calle, con la ética periodística como espinoso trasfondo. Y todo por el formato de falso documental adoptado por el programa (que, insisten sus responsables, no era un Salvados sino un especial independiente).

No creo que el "falso documental" sea un género llamado a entregar obras maestras. Productos curiosos sí. Évole afirma que él y su equipo tuvieron la idea de realizar Operación Palace cuando vieron en La 2 de TVE Operación Luna, emitida sin grandes alharacas una noche del verano de 2011. Jugaba con que la llegada del hombre a la Luna fue un montaje rodado por Stanley Kubrick. No lo he visto. Sí tuve ocasión de ver, hace algunos años, uno mucho menos conocido, CSA: Confederate States of America (Kevin Willmott, 2004), que fantaseaba con la posibilidad de que los estados del Sur hubieran ganado la guerra civil estadounidense. Sin embargo, el referente en boca de todos a la hora de hablar del "evolazo" ha sido otra, la celebérrima recreación de La guerra de los mundos realizada por Orson Welles el 30 de octubre de 1938.
 
Sólo hay una pequeña diferencia. Quiten lo de pequeña. Es, en realidad, la clave que señala con precisión por qué, a pesar de haber manufacturado cincuenta excelentes minutos de televisión, Évole la pifió con Operación Palace. El antiguo "follonero" elevó la apuesta al plantear la emisión como un engaño a la audiencia. Es ese el único punto dónde patinó. ¡Pero vaya punto! Quién se siente a ver Operación Luna o CSA lo hace a sabiendas de que son mentira. El engaño está pactado entre el espectáculo y su público. Pasó exactamente mismo en 1938 con Welles. Su recreación formaba parte de una serie que dramatizaba novelas en la radio. Se sabía que era ficción. Fue la gente que sintonizó la cadena con la emisión empezada la que pensó que estaban oyendo una invasión alienígena real.
 
Ya nunca sabré qué se siente al ver Operación Palace una noche de domingo pensando que es un reportaje al uso. Pero doy fe de lo bien que se pasa viéndolo al día siguiente, descubierto todo el pastel.
 
Si Jordi Évole hubiese presentado Operación Palace sin ambages como lo que realmente era, hubiese desaparecido el ruido y sólo habría quedado el programa.
 
Su criatura hubiera perdido impacto. Pero él habría ganado honestidad.