La hoguera de las vanidades

La hoguera de las vanidades

domingo, 16 de noviembre de 2014

Los trapos sucios

 
Los trapos sucios se lavan en casa. El refrán, en boca de millones de abuelas a lo largo de los siglos, viene a la cabeza cuando se contempla lo que está sucediendo en torno al diario El Mundo.
 
Menos de un año después, los apresurados puntos de sutura aplicados sobre la herida de la destitución como director de su creador, Pedro J. Ramírez, han saltado por los aires. La sangre sale a borbotones. Y, a juzgar por la torpeza con la que los médicos intentan detener la hemorragia, ésta puede desangrar al diario, a Ramírez o incluso a ambos.  
 
Intentemos resumir los acontecimientos. A finales de enero, Unidad Editorial fulmina, una tarde tonta de jueves, al director de periódico por excelencia de la España democrática. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué ahora? El entorno del riojano apunta a una orden directa de Moncloa. El escozor con el siempre incómodo periodista habría alcanzado límites insoportables tras su posicionamiento editorial -publicación de SMS incluidos- en todo lo relacionado con el "caso Bárcenas". Otras voces dibujaron un escenario más pragmático. La crítica situación económica del rotativo, quizás achacable a los delirios de grandeza de un Ramírez empecinado en que El Mundo creara en torno a sí un imperio multimedia, pusieron a los accionistas en buena disposición para afrontar cambios. "Relevo en la dirección de El Mundo", titularon en portada al día siguiente. La foto que acompañaba el titular tiene gracia vista ahora. Un Pedro J. con gesto cansado se esfuerza por sonreír ante la cámara. Junto a él, su sucesor, Casimiro García-Abadillo. Éste compone un gesto difícil de descifrar: parece feliz por el nombramiento pero, al mismo tiempo, agacha la cabeza abrazado a su predecesor como si sintiera algo de incomodidad. El editorial no dejaba lugar a dudas:
 
Pedro J. Ramírez dejó bien claro que no se va por su propia voluntad, que si por él fuera hubiera dirigido EL MUNDO «hasta el último día de mi vida» y que tampoco está cansado. Atribuyó los cambios que ahora se han producido a una decisión «legítima» de los accionistas, pero admitió que las tensiones que han desembocado en su cese se agravaron a raíz del caso Bárcenas, en concreto tras «la bajeza» de Mariano Rajoy de estigmatizar a EL MUNDO en el Pleno del Congreso del 1 de agosto, cuando acusó al diario de «manipular» y «tergiversar».
 Desde el punto de vista de la línea editorial, la apuesta por Abadillo no podía resultar más continuista. Era, después de Ramírez, uno de los profesionales más asociados a la marca El Mundo. También quedó claro en el editorial de aquel 31 de enero:
 
La amargura de esa marcha queda matizada, en opinión del director de EL MUNDO, por la elección de su sustituto, Casimiro García-Abadillo, persona de su absoluta confianza, artífice de algunas de las mejores exclusivas del diario y su mano derecha en los últimos años. También por la decisión de la compañía de permitirle seguir vinculado a Unidad Editorial. Pedro J. Ramírez seguirá publicando su carta de los domingos, que no ha faltado a la cita en las cuatro últimas décadas, desde ABC, pasando por Diario 16 y en estas páginas desde octubre de 1989. «Mientras ese compromiso no se rompa y EL MUNDO continúe siendo EL MUNDO, yo seguiré aquí», señaló.
Esa última condición de Pedro J. retrata a la perfección a su apasionante personaje.  ¿Qué tendría que hacer El Mundo para dejar de ser El Mundo? Parece más bien que Ramírez  desliza la idea de que El Mundo es su criatura aún con él fuera de la dirección, y que va a necesitar de su permanente beneplácito editorial. Si eso es así, tendrá que reconocer que su enemigo íntimo Juan Luis Cebrián le ha ganado por la mano. No es que ahora mismo el primer director de El País atraviese su mejor momento de prestigio, pero habrá de reconocerle su capacidad para seguir rigiendo los destinos de esa cabecera 26 años después de haber abandonado su dirección. "¡Ay, si en los días de vino y rosas me hubiese inventado un cargo directivo en Unidad Editorial que me hubiera permitido seguir siendo el rey de El Mundo!", andará lamentándose Pedro J. Haberlo pensado antes. El puesto de director vitalicio de un periódico sólo existía en su cabeza.
 
Levantar un diario, bien lo sabe Ramírez, es una empresa harto difícil. Aquellos que se han consolidado -véanse las cabeceras de referencia internacional- lo han hecho sobre la base de proyectos sustentados en fundamentos que trascendían, con mucho, un perfil meramente personal. La identidad de un periódico ha de sobrevivir a la lógica sucesión de profesionales al cargo de su dirección. Nadie puede dudar del empuje que la etapa de Luis María Anson (1983-1997) al frente de ABC. Pero cuando éste se sirve de esos catorce años para otorgar la condición de "verdadero" a un periódico centenario, todos esbozamos una sonrisa condescendiente porque sabemos que (quizá intencionadamente) está haciendo el ridículo.
 
En ese estado de cosas, los meses transcurrieron con la anormalidad inherente a toda situación inédita. El Mundo llegaba diariamente a su cita con los lectores. Pedro J. Ramírez, generosa indemnización en el bolsillo, se dedicaba a conceder entrevistas por doquier hablando de lo que más le gusta: sí mismo. Para tal menester, el acuerdo con sus editores le reservaba hasta espacio en el propio periódico. Una carta dominical, a imagen y semejanza de la que empezó a escribir en ABC y que la acompañó durante sus sucesivas direcciones de Diario 16 y El Mundo. Un título rimbombante: "El arponero ingenuo". Y una extensión mayor que el texto semanal equivalente firmado por el nuevo director. Por no hablar de Twitter. (Algunos otros hitos de esos meses aparecen muy bien resumidos en este artículo del siempre bien informado Alberto Lardíes)
 
El frágil equilibrio terminó por romperse en la noche del 21 de octubre. Al parecer, Pedro J. se sintió ofendido por el papel que se le adjudicó en la cena de gala por el XXV Aniversario del diario. La lista de agravios incluía, se ha llegado a oír por ahí, el lugar físico reservado en la mesa a su pareja, Agatha Ruiz de la Prada. Lo cierto es que Ramírez pronunció un discurso en la citada cena, que rompe en pedazos nada más concluir. El detonante, sin embargo, es un comentario en el editorial de El Mundo del día siguiente, en el que se da una visión de su despido que acaba por enfurecerle. Otra vez Twitter. En semejante clima de tensión post-celebración de aniversario, el director del periódico se somete a una de esas manidas entrevistas jocosas que Rafael J. Álvarez se esfuerza en hacer en la contraportada de los sábados. Posiblemente molesto por los tuits y la creciente agresividad de su predecesor, García-Abadillo se pronuncia sobre él con demasiada nitidez. 
Pedro es el padre de la criatura. Muchos lo consideraban un periódico de autor. Ahora el periódico es más coral. Me gusta un periódico del que dentro de 10 años la gente diga 'ELMUNDO' y no 'El periódico de Casimiro'. (¿Y qué será el mundo si Pedro J. crea el universo?) Pedro montará un portal. Será un gran competidor y nos obligará a ser mejores. (¿Pero le molesta lo que Pedro J. dice últimamente?) Personalmente, no. Él es como un pez al que sacas de la pecera y lo pones en la mesa. Se muere. Ya no tiene el agua para vivir. Él estaría más feliz teniendo un medio propio y dirigiéndolo y no en esta posición tan incómoda que le hace decir cosas que no me gustan.
 ¿Sabía Abadillo el impacto que sus declaraciones iban a tener en su predecesor? Es probable. Pocos periodistas españoles le conocen mejor que él. Lo incomprensible es que una persona inteligente -como sinceramente creo él es- opte por una estrategia tan burda. Como era de esperar, la respuesta de Pedro J.vino en forma de arponazo ingenuo:
 
«Montará un portal», dices en otra expresión freudianamente ansiosa. Oye, no tengo ningún proyecto belenístico, pero si se diera el caso cuenta con que te invitaría a participar y te dejaría elegir la figurita con la que te sintieras más identificado. Bueno, gracias de nuevo; mantengamos al menos esta línea abierta y entre tanto ponles más banderillas de fuego a los cabestros. ¡Ah! y en relación a eso que dices de que no te gustaría que dentro de diez años la gente identificara a EL MUNDO como «el periódico de Casimiro», chico, nunca se sabe qué puede caernos del cielo, pero yo que tú tampoco me preocuparía demasiado. Francamente, ese peligro no lo veo.
Sólo es un párrafo representativo de la acidez presente en toda la pieza. No parece descabellado pensar que, dadas sus trayectorias, Pedro J. Ramírez y Casimiro García-Abadillo tengan cierto interés en preservar de todo mal al diario El Mundo. Los hechos apuntan a que han preferido salvar sus egos. (Del primero sabíamos que tenía dimensiones catedralicias. El del segundo empieza a prometer). El siguiente paso así lo demostró: Abadillo optó por responder... ¡¡desde el editorial del periódico!! De nuevo, un texto demoledor. Pero unas pocas líneas condensaban, si cabe, mayor dosis de vitriolo:
 
La transición no ha sido nada fácil. Sin duda, Pedro J. Ramírez es uno de los grandes directores de periódico que ha habido en España en los últimos 50 años. Y EL MUNDO es, en una parte muy considerable, obra suya.
¡El Mundo habla de Pedro J. Ramírez como "uno de los grandes directores de periódico que ha habido en España"! ¡"Uno de los"! ¡Poniéndole en el mismo saco que sepa Dios quién! Es una de las mayores crueldades que he visto en una guerra impresa entre egos periodísticos. Y, al mismo tiempo, un gran error. Mal estaba que Abadillo diera hilo a la cometa en una trifulca que sólo iba a dañar a la cabecera. Pero hacerlo desde el editorial del diario es demasiado desatino. Cabe recordar en este punto que quién se expresa a través de un editorial siempre es el mismo medio de comunicación. Independientemente de quién lo escriba sin firmar. El Mundo arremetiendo en público contra Ramírez es un extremo al que nunca se había tenido que llegar. Lo prueba los siguientes escenarios de la batalla: los programas matutinos de la televisión, con audiencias e influencia cada vez mayores. El diario deja de ser un producto periodístico de prestigio para convertirse en carnaza de televisión generalista. Un espacio en la escaleta entre el ingreso en prisión de la Pantoja y las fotos de una juerga nocturna de Francisco Nicolás.
 
Desde entonces hasta ahora, la cosa no ha hecho sino pudrirse aún más. De manera lenta pero constante. Pedro J. ya no puede escribir arponazos. Al tiempo, El Mundo realiza algún que otro posicionamiento editorial -en particular uno muy crítico contra el colectivo Libres e Iguales- que permite al entorno del riojano afirmar que el diario está cambiando de piel ideológica. (A grandes rasgos: de un liberalismo critico a cierto servilismo con Moncloa, en especial a la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría). Que influyentes opinadores del medio, como Arcadi Espada, secunden esa tesis debería hacer saltar las alarmas en Unidad Editorial. Mucho ojo. Quién esto escribe estaba casi seguro de la viabilidad de un diario El Mundo sin Pedro J. Ramírez. De uno contra Pedro J. Ramírez tiene ya bastantes más dudas.
 
Sólo queda sentarse y esperar. Lo mejor para el periódico sería que se arreglaran. Ramírez podría contentarse con disfrutar de su fortuna y arponear ingenuamente una vez a la semana. Y Abadillo intentar encontrar su sitio sin necesidad de matar al padre. Ahora mismo ese escenario parece muy lejos de producirse. Así las cosas, que lleguen a un acuerdo y que Pedro J. monte un portal o lo que estime oportuno para seguir dando guerra periodística. No estaría de más. En los meses anteriormente descritos, Ramírez se ha ido convirtiendo en una especie de caricatura de sí mismo. No hay más que ver su perfil en Twitter. (¡Ay, el Twitter!). Desde hace semanas, Pedro J. Ramírez no cuenta nada que no tenga que ver con Pedro J. Ramírez. Su habitual narcisismo ha llegado a extremos grotescos. Yo, que le he seguido contra viento y marea, no puedo dejar de ver esa situación con tristeza. Al mismo tiempo, no dejo de pensar que una España sin Ramírez enredando se me antoja mucho más aburrida.
 
¿Un nuevo medio de comunicación? Si eso sirve para que Pedro J. abandone el ensimismamiento y vuelva al periodismo... bienvenido sea.