La hoguera de las vanidades

La hoguera de las vanidades

domingo, 22 de febrero de 2015

40 años y 2.000 euros

 
Hace ya cuatro años que escribimos esto. Estremece recordarlo ahora, leyendo cómo dos de las principales cadenas de radio -SER y COPE- siguen despidiendo trabajadores. Si la crisis del periodismo -entendida como la precariedad extrema de su ejercicio, incompatible con unas condiciones dignas para "ganarse la vida"- es anterior a la gran recesión, constatamos ahora con terror cómo sus efectos continuarán pese a la mejora del panorama económico general. Desesperanzador.
 
No ayuda al optimismo detenerse a estudiar el perfil del profesional despedido. Tanto en Gran Vía como en Alfonso XI responden al mismo retrato-robot. Periodistas en la cuarentena. Quizá cincuentena. Y con alrededor de dos décadas de servicio en el medio en cuestión. Más dramático es lo que refiere a los salarios. Leo en varios medios que han ido a por los "más altos". Periodista Digital concreta que superan los 2.000 euros. (¡!).
 
¿Eso es la "estación término" de un buen profesional del periodismo en España? ¿40 años y 2.000 euros? ¿Cómo hemos podido consentir, como colectivo, que se alcance esta degradación? Me comentaban el otro día que un recién licenciado en Derecho que fiche por un buen bufete se levanta, limpios, unos 2.500 euros mensuales. Con 23 años. ¿Por qué un periodista tiene que esperar 20 años más? Nos hemos acostumbrado a una escala salarial delirante, en la que la tropa subsiste con limosnas mientras que, sólo un peldaño por encima, se perciben astronómicos emolumentos. Los que trabajen en redacciones televisivas sabrán de lo que hablo. Un redactor o un editor pueden "palmar" millones de horas por un salario miserable. El presentador que trabaja la cuarta parte sobre la base del trabajo realizado por otros, cobra el dinero que la empresa no tiene.
 
Escribíamos hace cuatro años:
 
Tenemos másters de toda índole, asociaciones de la prensa en cada provincia y códigos deontólogicos para parar un tren. Por una razón o por otra, se han demostrado ineficaces para dotar a este gremio de un colchón suficiente para garantizar unos mínimos dignos.
 Hoy, todo sigue igual. Seguimos pidiendo un título de enseñanza superior para desempeñar puestos de trabajo remunerados como el de un controlador de parquímetro. Ser periodista sigue siendo incompatible con "ganarse la vida", por más que elaboremos productos que el público consuma. La conclusión también es la misma: será muy difícil seguir haciéndolos en esas condiciones.

¿Hasta cuándo?