La hoguera de las vanidades

La hoguera de las vanidades

lunes, 21 de noviembre de 2016

Lo peor de nosotros mismos



Es un ejemplo muy ilustrativo de los tiempos que vivimos: el 20-N ha adquirido estos últimos años una trascendencia sensiblemente mayor de la que tenía cuando vivía la mayor parte de la gente que coexistió con la Guerra Civil y el franquismo. Este año, podemos decir sin demasiado rubor que ha sacado lo peor de nosotros mismos. ¿Plural mayestático? Bueno, estamos hablando de los medios de comunicación. Distintos patinazos televisados, colgados e impresos me han llamado enormemente la atención estos días. Todos ellos tienen como trasfondo, de alguna manera, la efemérides. Algo querrá decir. Vamos por partes. 

Cuando La Sexta entra en tu archivo 

La Sexta prefirió el aniversario redondo y centrarse en los 40 años transcurridos desde la aprobación, por parte de las suicidas cortes franquistas, de la Ley para la Reforma Política. En buena hora. El plato fuerte de su edición de La Sexta Columna consistía en una "revelación" de Adolfo Suárez. Fue en 1995 durante una entrevista con Victoria Prego para... Antena 3 TV. Ay, el peligro de las fusiones. El fusionado tiene acceso a tu archivo y sepa Dios el uso que le va a dar. 

A mediados de los años 90, la Transición empieza a adquirir esas dimensiones míticas que hoy tanto se critican. Tuvo mucho que ver en ello la propia Prego, gracias a su excelente serie homónima que TVE tuvo mucho tiempo en el cajón y finalmente se decidió a estrenar en el verano del 95. En ese contexto, Antena 3 -en aquel entonces, propiedad de un conglomerado de empresas en las que tenía voz preponderante el Grupo Zeta- le encarga a la periodista un reportaje sobre el 20 aniversario del reinado de Juan Carlos I. Según le acaba de contar a lainformacion.com, se decidió a entrevistar a todos los presidentes. La de Suárez le pareció tan interesante que propuso su emisión independiente. Antena 3 TV rechazó tal posibilidad. Fíjate tú lo que son las cosas. 

La revelación en sí no era otra que el porqué de la presencia del Rey en la histórica ley del 76. 

...la mayor parte de los jefes de gobierno extranjeros me pedían un reférendum sobre monarquía o república. (...) Hacía encuestas y perdíamos. Era Felipe el que les estaba pidiendo a los otros que lo pidieran. Entonces yo metí la palabra "Rey" y la palabra "monarquía" en la Ley y así dije que había sido sometido a referéndum ya. 

¿De verdad resultaba tan sorprendente? ¿Tan difícil es para las nuevas generaciones de furiosas hordas de Twitter hacer el esfuerzo de situarse en el contexto de la España de 1976?  Repasa uno lo que el sector más a la izquierda de la opinión publicada -ya sea en medios de comunicación o en redes sociales, si es que asumimos que son cosas distintas- dijo ante la "sorprendente" revelación y no puede sino quedarse ojiplático. Cuánto odio, Dios mío. Pero, aunque uno se sitúe en contra de los que se tiran de los pelos, no puede sino reconocerse que entra en el terreno de lo opinable. 

Distinto es lo que pasa con la forma de la cuestión. Suárez hace la revelación tapándose el micro de corbata que lleva puesto. Le está haciendo una confidencia a Victoria Prego. Es lo que cualquier periodista conoce como un "off the record". No voy a echar mano ni del hecho de que Suárez esté muerto ni de que sea plausible que en 1995 estuviera bajo los primeros síntomas del mal que padeció en sus últimos años. No me hace falta. Es un atentado contra la ética periodística de primera magnitud. 

Los responsables de La Sexta son excelentes periodistas y personas de probada inteligencia. El meritorio éxito de su apuesta por la información política -a la que han sabido barnizar de golpes de efecto propios del concepto clásico de "espectáculo televisivo"- no debe ser excusa para violentar los más elementales principios periodísticos. 

Ni la cuestión merecía el bombo que le dieron ni la forma en la que se accedió a la información en sí justificaba su difusión. Escribo estas líneas mientras escucho -en diferido- las explicaciones al respecto que aporta César González Antón en Más de uno, de Onda Cero. Invoca una especie de caducidad del "off the record". Lo siento, no lo veo. 


Vertele


Hay franquistas en mi sopa 


Las manifestaciones que los nostálgicos del franquismo siguen llevando a cabo con motivo del aniversario de la muerte del dictador pueden tener interés periodístico, no digo que no. Un cierto análisis sociológico de la gente que acude, etc. Dar relieve al hecho de que sigan existiendo, como ha hecho estos días atrás eldiario.es me resulta más desconcertante. En esta España de alrededor de 47 millones de habitantes sigue habiendo franquistas. Bueno. Pero, ¿cuántos son? Las concentraciones hablan por sí solas: hay salas de los Renoir que no se llenarían con ellas. Son una de tantas minorías insignificantes que existen en una población tan grande y diversa. Claro que da repelús verlos añorar ese régimen y manifestarse enarbolando la bandera preconstitucional. Pero convertirlos en algo significativo es una traición al retrato veraz de una sociedad que debe aspirar a dibujar el periodismo riguroso. A la línea editorial de la publicación que dirige Ignacio Escolar puede venirle bien una España llena de fachas. Pero que la realidad no te estropee el titular. (Topicazo, lo sé). 

Cuando España se sitúo en amplísima mayoría en contra de los planes de ayuda a EEUU respecto a una guerra contra Irak en los que creía firmemente José María Aznar, Tony Blair bromeó con éste haciéndole ver que el porcentaje de españoles que le respaldaban era similar al de ciudadanos del mundo que piensan que Elvis sigue vivo. Pues eso. 




Y de ahí, a la apología del franquismo 

Pero, ¿cómo? ¿La derecha mediática se va ir de rositas en este repaso de bochornos? Tranquilos: está Salvador Sostres. Franco y Hitler se llama la columna que ha provocado más de algún atragantamiento al que se haya acercado a ABC esta mañana. Se trata de una apología del franquismo en toda regla. Muy desafortunada en el fondo y directamente nauseabunda en la forma. "Franco resolvió el problema para España", dice en la que quizá sea la frase más comentada en las dichosas redes. Hay muchísima más tela que cortar. Se mete en tema tan controvertido como los judíos salvados por el dictador, un asunto del que circulan versiones tan diversas que es un insulto al rigor periodístico decir que "salvó a miles" en una columna de opinión sin aportar más datos al respecto. La democracia fue su "gran obra póstuma", según el polemista catalán. Hombre, lo suyo sería aseverar, como mucho, que en sus últimos años veía la democracia casi como un mal menor, pero nada más. A este recurrente testimonio me remito. 

Por lo menos, su defensa de Franco se basa en un ataque a Hitler. El provocador no ha llegado a más. De momento. 

Es una ilustración de un mal perenne en la sociedad española. La coincidencia ideológica prima sobre los principios fundamentales, como anteponer la democracia a cualquier dictadura.  De ahí que cierta izquierda salude con regocijo a Otegi o babee con el régimen cubano. Y que cierta derecha mire hacia el franquismo -que muchas veces no vivió- con agrado. 

Una triste conclusión 

La imagen de la gigantesca obra de la Transición sigue ajada. Quizá no tanto como en el tsunami de 2014 (en la misma quincena, Podemos se plantó en el Parlamento Europeo y el rey Juan Carlos abdicó), pero sí en un alto grado. Los medios de comunicación tienen mucha culpa. Parece que molestara el consenso de entonces. Ese esfuerzo para que cupieran todos ha quedado arrinconado. Unos y otros pugnan porque "su" España se imponga a la otra. 

Qué pereza. 






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